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Mostrando entradas de octubre, 2020

M. Vilas: Ordesa

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Manuel Vilas: Ordesa . Alfaguara, 2018.   Hace tres años de Ordesa . Desde entonces, ha llovido mucho Vilas. Un agua que me he perdido haciendo qué.    Doy con notas tomadas en aquel entonces. Uso el pasado. Pensé en Vilas y Ordesa como  inseparables. Un doble quebranto. La tierra y la conciencia a punto de morir y de nacer.   Cuando se lee a Vilas suceden cosas. Sus textos empujan a reescribir la propia vida, a trazar un (tímido) universo paralelo al del autor. Si lees a Vilas en el baño, por ejemplo, el baño empieza a hablarte y a contarte cosas: el retrete, el lavabo, la ducha. Cambiaste de domicilio ocho veces en diez años y llevas dieciocho sin bañera. En España siempre tuviste bañera. Piensas todo esto con Ordesa en las manos y Vilas desaparece en tus casas sin bañera.   Vilas es telúrico. Vilas es atávico. Vilas da miedo. Es un místico de fe cambiante, y sin embargo —y por ello— inamovible. Ordesa como laica Escritura:

Ocho años microcríticos

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      Microcríticas Literarias cumple ocho años. El placer libresco y la inclinación por lo breve invocaron su nacimiento. A pesar de los textos más amplios vertidos últimamente, su principio fundacional persiste y sigue en pie.   Quien esto escribe cumple, también, dos décadas fuera de España. Dondequiera que llueva, surgirá la palabra. Ella porta, en gran medida, nuestro paso por el mundo. El tiempo arrecia. La literatura continuará siendo un refugio amable frente a la intemperie.  

S. Tolstaia: ¿De quién es la culpa?

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  Un largo silencio   Lo que encierra ¿De quién es la culpa? , de Sofia Tolstaia , es , ante todo, una dura novela. Escrita en respuesta a Sonata a Kreutzer (1889), de su marido Lev Tolstói   —«A propósito de Sonata a Kreutzer de Lev Tolstói» es su subtítulo—, parece que la autora prefirió no publicarla en vida.   Vio la luz en Rusia en 1994, pasado más de un siglo. «El escaso interés que despertó entonces se debió a que en Rusia se vivía en ese momento con penalidades entre las humeantes ruinas de la extinta Unión Soviética», comentan Marta Rebón y Ferran Mateo en el epílogo.   ¿Por qué tan larga espera? ¿A qué se temió tanto? ¿Pudo deberse, entre otras cosas, a escuchar la voz de una mujer que podía cambiar las cosas de sitio? Ella había defendido ante el zar la publicación de Sonata a Kreutzer pero, a continuación, quiso hacer constar, a través de la ficción, su punto de vista. El brillo de un genio intocable se exponía a quedar