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Mostrando entradas de 2021

M. Á. Hernández: El don de la siesta

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Miguel Ángel Hernández: El don de la siesta . Anagrama, 2020. Necesito poco para sumergirme en mi interior, y quizá eso explique mi atracción por los tiempos íntimos. Un acto que los propicia es el sueño: dormir largas noches, abrazar la duermevela, echarse la siesta. Hábitos protectores de lo que somos. Cobijo del silencio y de muchos misterios.   Miguel Ángel Hernández publicó en 2020 un ensayo titulado El don de la siesta . En él habla de hábitos, casas, ciclos naturales y tiempos capitalizados; de muertos, de arte, del cuerpo.   «Ya todo es luz. No hay lugar para las sombras. Y sin ellas, estamos desorientados».   El síndrome del trabajador quemado (Han) caracteriza nuestra época. Individuos agotados, autoexplotados, dependientes del estímulo constante. Hijos-siervos de la dopaminocracia , el reino de la positividad, de la sobreexposición, de la conectividad. ¿Quién es ajeno a este dominio hoy día?   La siesta, la parada voluntaria («Una peque

M. Lowry: Bajo el volcán

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Malcolm Lowry: Bajo el volcán. Tusquets Editores, 2009. Traducción de Raúl Ortiz y Ortiz.         Era un título pendiente desde hacía años. Atravesarlo ha resultado una experiencia lenta, densa, mareante, por momentos alucinógena, en concordancia con los tumbos de un alcohólico —el excónsul británico Geoffrey Firmin— frente a su desdicha.   Lowry dedicó a Bajo el volcán (1947) una década de su igualmente alcohólica vida. En el prólogo nos cuenta que quiso «escribir al fin la auténtica historia de un borracho». La última incursión literaria parecida que recuerdo fue La pecera , de Juan Gracia Armendáriz.   México, 1938, Día de los Muertos. Una sola jornada de delirio y autodestrucción en Quauhnáhuac (Cuernavaca), con los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl de fondo. Firmin, un hombre culto, recibe la visita de su exmujer Yvonne y de su hermanastro. El amor —en toda su crudeza, con todo su dolor— no es suficiente para separar al adicto de su hoyo. «To

É. Barillé: Un amor al alba

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    Anna & Modi   «En mayo de 1911 yo aún no había publicado ningún poemario, y él no había vendido ningún lienzo todavía. Ambos estábamos en el umbral de nuestras vidas».   Anna Ajmátova (1889-1966) y Amedeo Modigliani (1884-1920) se conocieron en París en 1910, donde volvieron a verse un año después. Anna dejó escaso testimonio de este encuentro: parcas palabras, cartas quemadas y un solo dibujo de los varios que Modi hizo de ella. Un siglo más tarde, ante una de las famosas cabezas esculpidas por Modigliani, Élisabeth Barillé cree reconocer en la piedra el rostro de Anna. Dice: es ella. A partir de ahí nace esta novela.   Un amor al alba recrea la amistad —el amor posible— entre dos jóvenes genios antes de que su arte obtuviera reconocimiento. Intenta descifrar con datos mínimos qué vivieron juntos. Se pregunta, sobre todo, por la huella que dejaron en el otro.   La explosión vanguardista invade el París de la época. El simbolismo ha m

A. García Ortega: El arte de editar libros

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Artes y oficios   Blanco, breve, organizado, conciso… Mi adoración por los libros de pequeño formato no decae con el paso del tiempo. Aquellos capaces de quedarse junto a una, al alcance de los dedos de tu mano en un bolsillo.   Editar puede ser un arte obsesivo, un oficio de locos y varias cosas más, como Adolfo García Ortega nos explica. La invención de la imprenta revolucionó la transmisión de la cultura, y editar fue concebido desde el inicio «como una empresa que diera beneficios».   El autor escribe este ensayo preguntándose cómo puede responder la industria del libro a las enormes transformaciones del sector de la comunicación y la cultura en nuestro hiperconectado mundo actual. En definitiva, qué puede hacerse para «no ser la orquesta del Titanic » o empujar la misma piedra como Sísifo (sic).   Cada capítulo —ocho en total— se desarrolla en limpísimas secciones, abarcando desde el nacimiento de la imprenta, «punto cero» de la difusión c

G. Arriaga: Salvar el fuego

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  Cuando el fuego nos salva   Que gran parte de Europa —en especial la del norte— lleva tiempo muerta, no me parece una teoría sino más bien un hecho. Adormecidas, materialistas, avejentadas, algunas franjas del mundo revientan de sopor, encerradas en el individualismo que nos va barriendo. Estabilidad, seguridad. Que nada nos transforme. El documental The Swedish Theory of Love (2015) o el más reciente filme Another round (2020) vienen a hablarnos de ese margen: el del tedio absoluto. Aquel donde experimentamos dimensiones inimaginables del aburrimiento, empujados por sistemas que nos protegen de todo peligro.   La historia que nos trae Guillermo Arriaga en Salvar el fuego es, por suerte, otra. Cinefilias aparte, es su primera novela en mis manos. Ganadora del Premio Alfaguara 2020, la pandemia quizá se le echó encima. No importa: esta obra corre con firme zancada, abrazando farallones como sus protagonistas.   Pulsión, precipicios, bizarría. Navegar a

G. Belli: El pez rojo que nada en el pecho

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Llama la noche Han soplado muchos vientos desde que Gioconda Belli publicara su primer poemario ( Sobre la grama , 1972) o nos llegara su primera novela ( La mujer habitada , 1988). Pero no tantos desde que con El país de las mujeres (2010) ganara —única mujer en siete ediciones— el Premio Hispanoamericano de Novela La Otra Orilla. Y menos todavía desde que por El pez rojo que nada en el pecho (2020) recibiera el Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma —cuarta mujer premiada en treinta años—.   Fue en El país de las mujeres donde leí por vez primera «todes», una de las muchas propuestas de la ginecocracia de Viviana Sansón en la imaginaria Faguas. No es extraño: Gioconda Belli lleva toda su vida defendiendo el feminismo, la solidaridad, la justicia. Una forma de mirar y hacer el mundo de la que participa su literatura.   Dividido en tres partes (“El amor, esa extraña palabra”, “La criatura sin pene” y “¿Qué puede hacer la poesía?”), el pez carmín de estas

Para qué sirve la literatura

      (Por si se pref iere la letra frente a la imagen, como le ocurre a una misma):   Hola, soy Leonor Ruiz, hablo desde Países Bajos para el Club de Lectura Caja Costarricense, invitada por Rebeca Ramírez.   Me preguntan para qué sirve la literatura y me gustaría responder con unas líneas.   La literatura, como todo arte, sirve para conocer y conocernos. Es compañía, nos permite ser otros y estar con otros. Nos permite hallar nuestra voz junto a otras voces, que hacemos nuestras.   La literatura sirve para encontrar verdades a través de invenciones. Sirve para romper esquemas y para crearlos. Para dotar a la vida de intensidad y darnos cuenta de que todo es un continuo descubrimiento.   La literatura sirve para desplegar imaginaciones. Para intuir lo invisible y abrir los ojos a lugares insospechados.   Nos sirve como refugio y sostén cuando la vida nos golpea. Nos ayuda a hallar consuelo y a llorar el dolor.   Sirve, también, para llegar a lo profundo y