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Anónimo: Estado crítico

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El sonido de una voz oscura Escribí aquellos diarios en un estado febril, crítico como el ánimo que me acompañaba entonces, siempre al borde del llanto. Mi humor no era sombrío cada día, admitámoslo, solo cuando dejaba de ingerir las pastillas recomendadas por la doctora. La misma que me alentó a volcar mis sentimientos sobre papel para que yo, en pocos meses, tuviera cientos de folios volando por casa. No soy capaz de recordar qué llevó a la editorial a publicar esos textos. Vieron la luz de forma anónima —¡menos mal!— bajo el título de Estado crítico . Suena mondo y banal, estoy de acuerdo. En ese momento no se me ocurrió otro. Hace diez años de aquello y mi identidad sigue oculta bajo tierra, lo que me alegra sobremanera. No habría soportado exponerme a un público tan turbado como yo o al escrutinio de la crítica. La calidad literaria del trabajo era cero, inexistente, una mierda. Novecientas páginas para cebar —y atascar— una trituradora de papel. Siete ejempla...

E. Portela: Formas de estar lejos

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Salto vital Llevo casi dos décadas lejos de mi país de origen, del que salí sin una sola meta clara y al que no hay día que parte de mí no desee regresar. Portela, de la mano de Alicia, nos lleva a los Estados Unidos de América, territorio donde la protagonista aterriza por vía universitaria y se construye un notable currículo académico. Desde el primer instante, sabemos de la quiebra: de la identidad, de la biografía, de una relación de pareja. Asistimos a un final ansiado y definitivo que, en medio de una claustrofobia creciente (las primeras páginas recuerdan a la Casa tomada de Cortázar), no llega de inmediato. Que ese final llegue es lo único importante. El modo en que lo hace, lo de menos. Dos puntos de unión y alejamiento, con sus tira y afloja, acompañan toda relación mixta: el individual y el cultural. A veces, adoptar cierta distancia respetuosa mantiene a salvo ese núcleo íntimo sin el que una relación real jamás existiría: el difícil y comp...

M. Mujica Láinez: Sergio

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La belleza y algo más A pesar de tener Bomarzo conmigo desde niña (regalo de abuelo paterno), no había leído al argentino Mujica Láinez —alias «Manucho»— hasta llegar a este muchacho hipnótico, Sergio . La novela fue escrita entre 1975 y 1976, coincidiendo con los primeros meses de la dictadura argentina, presente ya en las últimas páginas del libro. Sergio , como el Tadzio de Mann, porta una belleza subyugante y fuera de lo común ante la que se perece sin remedio. El autor nos advierte así: «Su hermosura era muy notable, téngalo en cuenta el lector, porque de no ser así, buena parte de lo que se referirá en esta crónica resultará incomprensible». Sergio Londres, catamarqueño de origen humilde, vive con su tía y sus primos en el hotel New England, lugar de veraneo donde abundan las murmuraciones, las ansias de distinción y los residentes excéntricos. La tía trabaja allí de cocinera pero es Sergio el que marca el comienzo de la historia: «He aquí el punto de par...

M. Mayoral: La única mujer en el mundo

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Marina Mayoral: La única mujer en el mundo. Edhasa, 2019. Tejidos por el deseo «Ahora tengo todo lo que deseo, más de lo que nunca me atreví a desear. Y no tengo miedo a perderlo». Recuerdo a Marina Mayoral igual que recuerdo mi cuerpo, mi cuerpo y sus ansias, a los veinte años, cuando comencé a leerla, sumergiéndome en su literatura con ardor parejo al de quien se baña en el Jordán. Eran otros tiempos, a finales del siglo anterior, con menos vidas vividas, con menos deseos colmados, y un horizonte joven, ingenuo, en el que ni la imaginación más desatada podía, ni por asomo, presentir el futuro. Marina Mayoral hablaba y escribía con serenidad, desde un pazo sabio, sensual, bellísimo, sensible. Desde un estado reconocedor de nuestras constantes vitales , esas que tan dignamente traicionan los asideros de nuestra materia, por suerte para todos. En La única mujer en el mundo , la autora, nacida en Mondoñedo (Galicia), vuelve a Brétema, lugar perenne de sus n...

E. Pardo Bazán: Cuentos trágicos

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Los cuentos de doña Emilia La primera pregunta que me hago es cómo marcar un libro de páginas negras. Me llevó a comprarlo la atracción fatal: qué mejor acompañante que un pigmento aciago para los cuentos trágicos de doña Emilia. Pardo Bazán (1851-1921) escribió más de quinientas narraciones cortas, siendo este su último volumen de relatos publicado en vida. Veintisiete textos de igualada extensión imbuidos de cierto terror, hado y romanticismo. «Mi impresión fue violenta, honda; difícilmente sabría definirla, porque creo que hay sobradas cosas fuera de todo análisis racional». «Hay en la vida cosas así, que nadie logra nunca poner en claro, aunque las vea muy de cerca y tenga, al parecer, los medios para enterarse». La fuerza del destino establece el tono basal de cada historia. El azar espera en una esquina silenciosa, y salta y muerde yugulares sin distinción de tegumento. Nada vuelve a ser lo mismo después de ese paso en falso o ese hecho inesperado. Ni siquie...

J. Gracia Armendáriz: Diario del hombre pálido & Piel roja

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Juan Gracia Armendáriz: Diario del hombre pálido & Piel roja . Demipage, 2010 & 2012. «Uno no puede abrirse el vientre a fin de que las palabras broten como vísceras humeantes. Sería una falta de respeto». Llevo dos libros siendo enferma renal, participando del desdoblamiento vital que permite la literatura (el irrepetible Mercury decía depender del exceso, que no es sino otra forma de desdoblamiento). He vivido cientos de horas conectada a una máquina de hemodiálisis, viajando de Madrid a Pamplona y de Pamplona a Madrid, leyendo sin tregua, esperando un riñón nuevo, escribiendo estos diarios. Diarios que son crónica y testimonio de un estado la mar de jodido. Diario del hombre pálido y Piel roja componen los tomos II y III de la «trilogía de la enfermedad» de Gracia Armendáriz, iniciada en 2008 con La línea Plimsoll . Desde su «situación de interinidad corporal », el autor nos presenta una patografía de la enfermedad nefrítica. A veces, la «bestia» del suf...

K. Linazasoro: Versus

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Karlos Linazasoro: Versus. Jekyll & Jill, 2018. Versus contra Versus «¿Pero dónde está Versus? ¿En qué grados, en qué legua, en qué nada azul y loca que no tiene final?». Querido Versus, luz de mi vida, fuego de mis entrañas . Nabokov y El hombre que amaba a las islas ( D.H. Lawrence ) nos hicieron pensar en ti, en tu isla, en tus ansias, en tu sufrimiento, en la condición humana, aunque la conexión con esas obras pueda quedar en entredicho, como todo en los pliegues de nuestra naturaleza, de la que tú eres parte todavía, a pesar de encontrarte perdido entre mares incógnitos. En esta carta te llamaremos Versus, Versus a secas, sin bastardilla ni florituras, pues no vemos manera de separar título y protagonista, arrojados como estáis el uno en brazos del otro (y bien que hacéis). ¿Cómo empezar? ¿Qué decir de ti, Versus, y presentarte ante otros? Habitas una isla desierta, pequeña, con su palmera única en el centro, oculto tras una portada (estampa de a...