K. Linazasoro: Versus
«¿Pero dónde está Versus? ¿En qué grados, en qué legua, en qué nada
azul y loca que no tiene final?».
Querido Versus,
luz de mi vida, fuego de
mis entrañas. Nabokov y El
hombre que amaba a las islas (D.H. Lawrence) nos hicieron pensar en ti, en
tu isla, en tus ansias, en tu sufrimiento, en la condición humana, aunque la
conexión con esas obras pueda quedar en entredicho, como todo en los pliegues
de nuestra naturaleza, de la que tú eres parte todavía, a pesar de encontrarte
perdido entre mares incógnitos.
En esta carta te llamaremos Versus, Versus a secas, sin bastardilla ni
florituras, pues no vemos manera de separar título y protagonista, arrojados
como estáis el uno en brazos del otro (y bien que hacéis).
¿Cómo empezar? ¿Qué decir de ti, Versus, y presentarte ante otros?
Habitas una isla desierta, pequeña, con su palmera única en el centro, oculto
tras una portada (estampa de apertura, autoría equis) color verde caribe.
Diremos que hubo un antes y un después a tu naufragio (porque hubo un
naufragio). Y que hablaron de ti allá en 2013, en concreto en la editorial
Elkarlanean, en euskera, lengua de cuna de tu políglota autor, de quien
heredaste —o al menos eso comenta él— numerosas cualidades.
Después de leerte tenemos la impresión de conocerte bastante bien,
Versus. Y, a mayor conocimiento —ya se sabe— mayor comprensión y más cariño.
Pero a la vez, mayores problemas. Y más ocasiones de empezar a discutir
contigo. De la manera más tonta, por lo que sea. Es una tradición humana a la
que seguiremos fieles por los siglos de los siglos, creemos.
Porque como nosotros, Versus, y aunque te tragues peces voladores, tú
no eres un ser sobrenatural, tienes un cuerpo, con su flojera y sus
necesidades, y te contradices mucho al pasar del pensamiento a la acción, sin
olvidar tus cambios bruscos de temperamento. Que no piensen los lectores que
nunca te enfadas: lo haces y con genio. A menudo te inquietas e impacientas. Te
invade la angustia porque no encuentras respuesta a tus preguntas. Porque estás
solo, más solo que la una. Y conforme aumenta tu soledad, crece tu asco por
habitar esa isla. Sin ponernos muy empáticos, te comprendemos, Versus.
Para expresar tu realidad, la papeleta terrible que te encierra, creas
tu propio universo, que une lo que te arroja el mar, lo que sale de ti y lo que
te cae del cielo. Y ese peculiar mundo —sensorial, memorístico, anímico— nos
llega a través de estas páginas mágicas (¿te importa que usemos este tópico, páginas mágicas, para hablar de tu
libro?). La actualidad, tu denso magma literario (fuiste un gran lector y
todavía un hombre culto), la Biblia, el arte, las seis lenguas que
hablas, tus conocimientos de Historia, la ciencia, la metafísica, los mitos...
Sueños, ilusiones, añoranzas. Algunas apariciones imprevistas —nunca
humanas—. La soledad de frente, Versus.
Versus en la nieve |
De vez en cuando —con frecuencia, diríamos— te nos pones lírico y melancólico. ¿En exceso? Te dejamos el juicio. El cruel tira y afloja entre sentir y razonar te martiriza. Tanto por saber… ¡y ni lo más simple halla su alivio! Sabes que la palabra va a la contra. Que provoca arritmias y ventoleras aunque te encuentres perdido y exiliado en esa isla. Y por eso la usas. La palabra y algunos placeres físicos son lo poco que para ti, en tus circunstancias (saludamos a Ortega), vale la pena.
¿Que a qué género pertenece Versus? No pensamos que esto importe en
absoluto, ¿verdad, Versus? Porque Versus lo es todo: prosa palpitante, reflexión
solitaria, drama vital y lírica escondida. Un inclasificable. Un todo erigido
sobre una isla-individuo. Noventa y nueve textos breves, estampas de una vida a
la deriva, compactas, sin párrafos que crucen ni desfiguren la página.
En contraste, tú, Versus, tú sí que cambias. Lo haces a cada instante,
inesperada y efusivamente. Esta estructura, perfecta en su simpleza, entrega a
tu autor la más absoluta libertad creadora, dado que no existe cronología ni
ligadura temática alguna entre estampas. Fraseo impar, cambios de compás a cada
poco: cada pentagrama —cada momento de vida— mecido por un oleaje impredecible
y distinto.
Narrado en un nosotros del que aquí hemos querido servirnos como forma
de acompañarte, Linazasoro emplea también el impersonal de se y la segunda
persona (se te habla a ti, Versus, claro): «No te calles, Versus, no te quedes
sin palabras, que no te venza el desorden del mar».
Atemporal estancia. Divertidos disparates. Espíritu
libre. Desbordante imaginación. El absurdo nos hace reír y nos inquieta: ¿Qué es lo que somos, a dónde
vamos? Ni la más remota idea.
«Versus quiere abrir una ventana», nos hacen saber, próximos al final.
Abrámosla juntos, Versus, angelillo. Yo también estoy cansada (¿ves que me paso
a la primera persona?). Y tan sola como tú, Versus.
Nota final: Linazasoro ha publicado muchísimo. Sabemos
poco de él en castellano. Que nos avise cuando lleguen nuevas
traducciones. Gracias/mesedez
por Versus.
Para E. G.
Para E. G.
Publicada el 15/02/2019 en Estado Crítico.
Comentarios