J. M. Gil: Las islas vertebradas
Juan Manuel Gil: Las
islas vertebradas.
Playa de
Ákaba.
Afirmaciones:
1. Cuando
escribo, normalmente sé de dónde vengo (vengo de un libro), pero nunca dónde
estoy y menos aún hacia dónde me dirijo.
2. De vez en
cuando, me gusta no ser capaz de descifrar directamente lo que leo. Fue lo que me
sucedió con Inopia y mi experiencia se
repite con Las islas vertebradas, última
novela del almeriense Juan Manuel Gil. Reviso páginas, ligo cabos, vuelvo a un
diálogo del principio.
Martín, la
sombra de su padre (¿ecos de Mi padre y yo,
un western?) y un puñado de obsesiones emprenden un viaje-huida a un lugar aparentemente
remoto. La enfermedad y el alcohol se hacen presentes. Algunos personajes
secundarios también.
Se mencionan
varias islas. Como soy mala orientándome, las enumero y localizo en el
mapamundi. Resultado:
- Isla
Soledad, en las Malvinas.
- Isla Decepción,
en la Antártida.
- Isla Clipperton
o de la Pasión, en el Pacífico norte.
- Isla
Thule, en la Antártida.
- Isla
Takuu, en Papúa Nueva Guinea.
- Atolón Napuka,
en las islas de la Decepción, océano Pacífico.
- Isla Santa
Kilda, en Escocia.
- Isla Hirta,
en Santa Kilda.
El significado
exacto de estas islas en la novela es algo que no logro aún adivinar. Tal vez porque no he leído
a Judith Schalansky. (Ejemplo de mis absurdas adivinaciones: poema de Goethe: ‘El rey de Thule’). Respecto al Parque Holandés, encuentro lo
que podría ser su réplica en Fuerteventura.
Empiezo y
termino Las islas vertebradas en
distintos asientos de un mismo avión. Desde el aire diviso tierra, mar y algún
pedrusco, aunque miro poco por la ventana para no despistarme. «Como suele ocurrir con cualquier historia en la vida o en la ficción, las etapas, silenciosas e infalibles, fueron conformando un todo. Un todo no especialmente complejo. Tampoco de una condición singular y única. Un todo sin más. Algo en su sentido humano más...».
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