S. Hustvedt: El verano sin hombres
Siri Hustvedt: El verano sin hombres.
Anagrama. Traducción de Cecilia Ceriani.
Hustvedt es una consagrada novelista e incisiva intelectual estadounidense. De origen noruego, vive en Brooklyn y, como muchos de sus compatriotas (Ford, DeLillo, Roth…), encuadra sus obras en geografías de marcado carácter autobiográfico.
Una mujer de 55
años es abandonada por su esposo. Tras un
episodio de enajenación transitoria, decide pasar el verano en su pueblo natal de Minnesota. Salvo un bebé, los hombres no pisan la escena.
Mujeres hay muchas y juntas cubren un largo ciclo vital: de los 3 a los 102 años.
¿Qué interés tiene como argumento el adulterio de un marido sesentón después de 30 años de
matrimonio? Respuesta: ninguno. ¿Qué hace valiosa esta novela?: altas cotas
de introspección y una mordaz elevación
intelectual. Porque Hustvedt, como su protagonista, fusiona «filosofía,
ciencia y literatura en un solo aliento».
Vence la osadía de colmar el multifacético deseo sexual, de recorrer un trecho sin el otro, de aventurarse en una nada incierta, o en un incierto todo. Pero saber que amamos y
que no dejaremos de amar convierten la infidelidad y la ruptura en un absurdo
teatro. El compromiso se rompe «sólo para sufrir un exquisito y grotesco tormento
mental».
Respiro el parecido con su novela anterior, Elegía para un americano (Anagrama). Ambas destilan una locura soterrada. Locura tratada, contenida, razonada.
La narración fluye
libre y está dirigida con maestría, originalidad y aplomo. Poemas, cartas,
mensajes electrónicos, inventarios y dibujitos infantiles adornan y completan una
trama excelentemente compuesta que vibra por sí sola.
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