J. Carrasco: Intemperie
Jesús Carrasco: Intemperie.
Seix Barral.
Basta el título para
llenarse de desasosiego. Intemperies hay muchas: la pobreza, el frío, el desamor. Los protagonistas de esta obra son un niño y un cabrero.
El niño huye de «la flor negra de la familia». El cabrero simplemente estaba
allí, durmiendo sus huesos al raso. Juntos libran una batalla mucho más allá de
lo que sus fuerzas parecen dar de sí.
El secarral y sus
inclemencias enmarcan esta historia, donde la naturaleza hace de andamiaje vital.
Comer de lo que hay, no de lo que uno quiere. Leche de cabra, tiras de carne
seca. Agua, poca. Sombra, insuficiente. Tabaco y escasas palabras. Un perro, un burro, unas cabras. Un
morral. Unas cuerdas.
Se compara a
Carrasco con otros escritores. Es un autor nuevo, su primera obra ha tenido
éxito, es preciso buscarle una definición (exterior). Encuentro en el tullido ecos de El lazarillo de Tormes; paralelismos
con las selvas opresoras de Ben Okri; los horrores infantiles de la primera
novela de Hosseini; resonancias de la película Japón; desolaciones similares a las de La lluvia
amarilla.
Sin embargo, no hace
falta medirlo con nadie. Carrasco construye una historia grave y profunda —suya— y logra la máxima expresividad con las palabras
justas. Creo que lo decía Montaigne: lo valioso se
rumia en silencio.
* Para Ángel Rincón, cabrero y domador de caballos.
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