F. Aramburu: Ávidas pretensiones
Fernando
Aramburu: Ávidas pretensiones.
Seix Barral. Premio
Biblioteca Breve 2014.
Salto a Ávidas
pretensiones desde La gran Marivián, esa mezcla de Marilyn
Monroe y Edith Piaf cuyo perfume también me tuvo
trastornada.
Cual pececillo pues,
repito chapuzón en las Piscinas Aramburu.
Lo que escribe este hombre me interesa: crecimos en ciudades próximas,
habitamos países vecinos, tiene la nariz clavada a la de un tío mío.
Fin de semana de primavera
rural junto a la urbe. Una treintena de poetas canta a coro en un convento. Orfeón
armonizado, letras mordaces, partitura generosa en hilarantes estridencias. Palabras nuevas en picante chisporroteo lingüístico:
lazarear, analgarse, jajajear, marihuanil. Dominio técnico y habilísimo manejo
de los tiempos.
La elevación
literario-espiritual de la «poetada» queda en agua de borrajas. Lo amoril, por mucha poesía que lo cubra, es ante todo pulsión
genital, ansia libidinosa, furores del animalito que llevamos dentro.
Aramburu es cerveza
de abadía. Franziskaner
Dunkel. La Trappe Tripel. (De vinos no sé). Narra como quien no
quiere la cosa (¿talento y soltura unidos tras décadas de oficio?), mientras erige historias con solidez de pirámide egipcia.
Clausuro —espinosamente— de un modo hortera y
ridículo (de perdidos, al río): pirueta jubilosa, lanzamiento de txapela,
palmoteo sonoro y, tulipán en mano, rotundo olé.
Larga vida al maestro. Esta obra es una fiesta.
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