P. Cerda: Violeta y Nicanor




Dos hermanos y un país de fondo

Recibí esta novela (postal dedicada incluida) hace algo más de un año desde Berlín. Me la envió su autora, Patricia Cerda, chilena de nacimiento y residente en Alemania desde los doce años. Como el de tantos otros autores, su nombre era nuevo para mí. Confieso que empecé a leer con una desconfianza que aún no sé a ciencia cierta de dónde procedía. ¿Una seguridad excesiva en los breves correos que cruzamos? ¿Una personalidad calculadora? Elucubraciones sin mucho sentido. Al final de este texto encontrarán un intento de respuesta.

Por aquellas fechas, además, me hallaba supervisando el trabajo de literatura de una alumna chilena para quien Nicanor Parra era lectura prescrita. Junto con el fallecimiento del poeta en enero de ese mismo año (hablamos de 2018), la llegada del libro me pareció una amable coincidencia.

Quiero empezar por subrayar que las cuatrocientas cuarenta y ocho páginas de Violeta y Nicanor no parecen cuatrocientas cuarenta y ocho páginas: la agilidad con la que están redactadas hace que naveguemos por ellas como por olas feroces. Imposible desviar nuestro interés ni huir de la historia (de Violeta, de Nicanor, de sus circunstancias, de Chile). Imposible no mantener nuestro espíritu atento al trasfondo reflexivo, filosófico a ratos, que salpica la obra.

Cerda, hábilmente, juega con la narración en pasado (la parte primordial y más gruesa, pues atañe a los hermanos Parra) y traza una fina ruta paralela en presente, en la que se nos informa de los pasos que da la autora mientras se documenta para la novela en Chile.

La escisión funciona con eficacia y no está ahí porque sí. Por una parte, los fragmentos en presente nos hacen entrar en el Chile de hoy… fruto del Chile de ayer que habitaron los Parra (Nicanor, por su longevidad, habitó ambos). Por otra, estas piezas breves en presente rebajan levemente la densidad de la línea principal, donde la autora nos regala lo mejor de su profesión como historiadora y narradora.

«A mí no me interesan las fechas, sino saber cómo están relacionados los acontecimientos y el papel que juegan allí las emociones y el azar», dice Patricia Cerda en su blog. Esto queda plasmado en la novela, y a partir de ello surgen infinitas preguntas. ¿Sin necesidad, sin pobreza, sin tribulaciones, habrían desarrollado arte alguno los Parra? ¿En qué medida se nutrieron de Chile estos hermanos y Chile se nutrió de ellos? ¿De dónde surge la conexión de un talento con el sentido oculto de la vida? ¿Cómo es que Violeta decidió suicidarse y Nicanor existir?

Qué pena que lo vivido a edades tempranas marque tanto. ¡Qué liberador sería lo contrario! O no. No lo sabemos. Violeta murió a los 49 años y Nicanor a los 103. Vivió más del doble que su hermana. Los dos fueron caras de idéntica moneda.

Me he preguntado por el tono un tanto frío y distante utilizado en las anécdotas (por ejemplo, con esa antigua vecina; o con la bibliotecaria). Y como para encontrar algo no hay más que salir a buscarlo, esta es mi respuesta (nuevamente del blog de la autora): «Yo he llegado a un momento de mi vida en que prefiero un pasar con poca emoción. Son una trampa necesaria en la juventud pero en la madurez estorban. Al menos que uno se aburra, en ese caso ayudan a acortar el tiempo. No es mi caso». Creo que mi recelo procedía de ahí, de no entender aún las ventajas que aporta la madurez (pero todo llegará y pronto, seguro).

En resumen: un libro con muchas virtudes. Patricia Cerda sabe lo que hace. Y es dueña de una poderosísima inteligencia.
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Pie de página, dos notas:
  • No es la primera vez que escribo sobre esto ni será la última: equipo editorial, por favor, revisen bien el texto y eviten las erratas. Un libro así —en realidad, todos— lo merece.
  • ¿Por qué Casa del Libro (web España) etiqueta esta novela como «literatura juvenil»? Cosas raras.

Violeta y Nicanor (Editorial Planeta Chile, 2018), de Patricia Cerda | 448 páginas | 9,49 euros (ebook), 15.900 pesos chilenos (rústica).

* Texto publicado el 12/09/2019 en Estado Crítico.

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