P. Claudel: Almas grises
Philippe Claudel: Almas grises.
Salamandra. Traducción de José Antonio Soriano Marco.
«"Si lo hubiera sabido, si lo hubiera sabido". El problema es que nunca
se sabe».
Llega a casa El vestido azul
(Periférica), de Michèle Desbordes, inspirada en Camille Claudel, y este hecho vierte
tres azares en esta microcrítica: 1) el azul común al título y a la cubierta
del libro reseñado; 2) el apellido compartido por escultora y autor; 3) una misma
época y un mismo lugar (Claudel fue encerrada en un sanatorio en 1913).
La colección X aniversario de Salamandra tiene ya ocho años. Probablemente se encuentre
agotada pero esconde grandes obras. Suite francesa (Némirovsky), Balzac y la joven
costurera china (Sijie), La historia del amor
(Krauss) o El último encuentro (Márai) resistirán los ciclones del tiempo. En mi opinión, Almas
grises las acompañará.
Francia, ciudad de provincias, 1917, asesinato de una menor. Veinte años después del crimen, un policía
hace memoria para contar lo ocurrido. Sobresale un fiscal. Sin
trasmutar la versión oficial, el narrador destripa cautelosamente el relato. Se fija
en la maldad y en la
corriente imperiosa de la Historia. En la vida siempre en vilo, llena de miseria y desconcierto. Y en la soledad absoluta de quien no
participa del mundo exterior.
«Yo sabía, y sin duda él también, que se puede vivir en el pesar como
en un país».
Amar a un muerto crea un espacio donde ni siquiera uno mismo tiene cabida. Es mejor resguardarse, recluirse, dar un portazo a tiempo, el portazo final.
Amar a un muerto crea un espacio donde ni siquiera uno mismo tiene cabida. Es mejor resguardarse, recluirse, dar un portazo a tiempo, el portazo final.
A veces basta una obra —para qué escribir más—. Una obra así escrita.
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* Para Sonia L'éatarde. Por ese encuentro casi aéreo.
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