F. Aramburu: Los peces de la amargura
Fernando
Aramburu: Los peces de la Amargura.
Tusquets
Editores.
Destierro memorias de un norte de luz mortecina. Un
norte situado más al sur de donde ahora me encuentro pero más lúgubre, más
áspero, punzante como hojas de acebo. Un lugar extraño donde la discrepancia,
el libre pensamiento o el ejercicio de ciertas profesiones eran respondidos con
el silencio, con el desprecio, con amenazas, con muerte. Un lugar donde se
decía poco y el miedo todo lo aplastaba.
Los
peces de la amargura nos acerca al día a día de ese
territorio. Un puñado de historias protagonizadas por gente corriente y
penetradas por la inteligencia de quien sabe bien de lo que habla. Cuesta
aceptar eso: que la vida era, que a lo mejor sigue siendo, así, «triste».
Triste y dicotómica: con el pueblo o contra el pueblo. Una vida violenta.
“Golpes en la puerta”, narrado desde la voz de un preso que antes fue niño, estremece.
El terror es un monstruo movedizo: narices,
mandíbulas, pieles, voces, miradas, imposiciones perversas. No se arrepiente ni
se echa atrás: se cree justificado. Tampoco aspira a entender nada pero impone,
adoctrina, organiza, insulta, dispara, mata.
Sin quererlo, un recuerdo se cuela por mi puerta.
Tren nocturno desde Sevilla. Comparto camarote con un señor mayor; culto, de
hablares pausados y mente inquieta. «¿Qué le lleva a usted al Norte?», pregunté
en algún momento. Me mostró un recorte de periódico: «Voy por esto. Quiero ver
la esquina donde mataron a mi hijo».
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