C. Pavese: El bello verano
Cesare Pavese: El bello verano.
Salvat Editores, 1985. Traducción de M. Carmen García Lecha.
«Es solo el amante quien determina la valía y cualidad de todo amor»
(Carson McCullers, La balada del café triste)
Encontré este libro en Nájera, poco antes de descubrir la Senda del agua, a las afueras de Matute, uno de los parajes más bellos de un verano sepultado ya bajo la broza del frío.
Apenas leí. El ajetreo
se lo llevó todo: tiempo, contemplación, reposo. Idas y venidas impidiendo
—alimentando— el vacío.
Frente a la exploración, quietud y misticismo. Leer agonizando, muerta de hambre, llena de ansia. Recuperar lo que estuvo a punto de perderse sin ese acto solitario: la compañía de un libro.
Un bello Pavese escrito en 1939: diminuto, contenido, dolorido. En una ciudad de provincias, dos amigas afrontan la escasez y el transcurrir de los días. Su juventud las empuja al entusiasmo. También: al sexo y sus peligros. No importa frente a quién o en qué ámbito, cuando se es mujer, tomar la iniciativa sale caro. Entre los hombres, artistas o no, Ginía y Amelia dan con egos carentes de la virtud más humana: ver al otro.
Hace trece años, un 18 de octubre, escribí mi primera microcrítica. ¿Me siento igual de perdida? Sin duda. A ratos.
«Nada de palabras. Un ademán. No escribiré más».
No hablé de Pavese aquel día.
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