W. L. Tochman: Como si masticaras piedras

Wojciech Tochman: Como si masticaras piedras. Sobreviviendo al pasado en Bosnia. Libros del K.O. Traducción de Katarzyna Olszewska Sonnenberg. Ilustración de portada: Eva Vázquez.



«Hay tres preguntas que nadie hace hoy en Bosnia: ¿Cómo está tu marido? ¿Cómo está tu hijo? ¿Qué has hecho durante la guerra?».

«Sin huesos, no hay duelo. Así no se puede vivir».

«Encontró a su marido. La doctora recompuso el cráneo. Se celebró un entierro».

Wojciech Tochman (Cracovia, 1969) es reportero y escritor. Sus crónicas, traducidas a múltiples lenguas, gozan de un sólido reconocimiento internacional. A finales de los noventa, terminada la guerra de Bosnia, Tochman asiste a las exhumaciones que la doctora Ewa Klonowski dirige en medio de la devastación. Encontrar los cadáveres —algo de ropa, un juguete, unos pocos huesos— permite: a) enterrar a los muertos; b) paliar la desesperación de los vivos; c) darse cuenta de que de nada sirvió la guerra.

Como si masticaras piedras fue publicada en Polonia en 2002. Es la primera parte de una trilogía que Tochman dedica a las limpiezas étnicas ocurridas después de la Segunda Guerra Mundial. Con un estilo alejado de efectismos, el terror de los hechos golpea de principio a fin con ímpetu demoledor.

La crudeza narrativa obliga a avanzar a trompicones, como si se dislocaran las rodillas o faltaran trozos de pies, de fémur, de cadera. No sé si nunca leí tan lento ni me azotaron las náuseas de este modo. No sé si nunca permanecí entre párrafo y párrafo en tanto en silencio. Se trata de una guerra reciente cuya violencia y fanatismo bordean lo irreal.

Tochman demuestra ser un cronista riguroso. No deja cabo suelto. Los saltos temporales articulan el relato con eficiencia.

«Comían lo que la OTAN les tiraba desde los aviones. Pero no caía suficiente comida del cielo, así que cuando caía, la gente hambrienta sacaba los cuchillos y luchaba por ella».

«Los cadáveres apestaban. Encontraron a un vecino, tenía ochenta años. Le ordenaron recoger los cuerpos. Los llevaba él mismo al camión con gran esfuerzo. Los últimos que echó al camión eran sus hijos. Tenía dos hijos y echó al camión a los dos. Le ordenaron sentarse sobre sus dos hijos. Y se marcharon. ¿A dónde?».

«Hay luna llena. La gente ha apagado las luces y da vueltas en la cama». 
 
Las emociones humanas como constante histórica. Seguimos vivos. No olvidamos. Los locos, como siempre, aúllan en el prado. Disipados entre la hierba, retienen el absurdo varios oídos abiertos.

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* Para Mar (que ama). Y para Senka (superviviente).

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