C. Roche: Zonas húmedas
Charlotte Roche: Zonas húmedas.
Anagrama. Traducción de Richard Gross.
El
librero me miró malicioso y dijo: «Yo tendría cuidado. Comienza hablando
de almorranas. Dicen que es un tanto asqueroso».
Zonas
húmedas fue tildado de sucio, de obsceno, de
pornográfico. En internet las reseñas escupieron adjetivos como soez,
vomitivo, repugnante, superficial, guarro, sin sentido, no apropiado para
mentes sensibles.
No comparto ninguno
de estos calificativos. Vi otras cosas: una adolescente marcada por el divorcio de sus
padres; una niña sola que se masturba bajo una cama de hospital. La protagonista habla con naturalidad de todos los orificios humanos y describe
sin tabúes sus experimentaciones íntimas. Y en esa
verosimilitud —directa como el porno— reside su erotismo.
La novela no es única en su especie. Aunque nadie se alarma, Diario de invierno (Paul Auster, Anagrama) también es un inventario de lo que un cuerpo hace mientras vive.
Al cabo, ¿qué son el
cerumen, la saliva, el mal aliento, sino un cúmulo de inmundicias? Defecamos,
sudamos, orinamos. Tenemos la regla. Salimos de una vagina, o de un tajo en las
tripas, impregnados de humedades muy poco estéticas. Detrás de los perfumes, fuera de la foto, somos
básicamente un montón de pestilencia.
Lo asombroso es que el placer nos acompañe. Lo asombroso es querer seguir
viviendo.
Comentarios